¿Quieres que tus espacios de enseñanza y aprendizaje estén llenos de vida? ¿Te gustaría ser luz para tus estudiantes en sus mayores miedos existenciales?… Si la vida te ha puesto en este papel, te debes haber dado cuenta lo valiosa que es cada persona con la que te cruzas entre clase y clase, y además haber aprendido la siguiente máxima de fe, esperanza y amor: La vida sin espiritualidad es una vida sin verdaderos frutos.

Tú estás llamado/a a romper con el individualismo exacerbado que impera en el mundo y abrir tu propia vida a un encuentro de fraternidad entre todos. Como profe, puedes transmitirlo teniendo en cuenta los siguientes tres mensajes claves:

 

  1. Ilumina la vida desde la vida:

Realiza actividades que aborden los problemas, sueños, miedos, conflictos personales y familiares de tus niños y jóvenes; propón caminos sanos y efectivos junto a ellos para enfrentarlos, convierte tus clases en una fuente inagotable de vida. Muchas veces somos muy teóricos y poco prácticos. Ilumínalos como un faro en el mar.

 

  1. Habla de corazón a corazón:

Ambienta los encuentros como un espacio digno de abrirse a los sentimientos más profundos del alma: escuchar y hablar con el corazón es estar genuinamente interesado en el bien de cada niño y jóven. Busca la profundidad en cada mensaje, riega el desierto que hay en muchos de ellos y ayúdalos a descubrirse a sí mismos.

 

  1. Ora por ellos y con ellos.

Si logras que tus estudiantes sean hombres y mujeres de oración, lo has logrado todo. Enseña a orar desde los contextos de cada uno, y aprenderán el puente entre el miedo y la esperanza. Demuéstrales cómo tener los pies en la tierra, pero con la mirada siempre en el cielo.

¡Tú eres su fuente de inspiración!

Inspira, haz carne viva tu fe, sé el fuego que contagie de amor al mundo…No deben ser palabras vacías, sino llamas encendidas que dan calor, luz y alegría.

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